Eso parece. Después de tres meses deambulando entre la pereza, la indecisión y las pocas ganas que me quedan de hacer nada voy a volver a trabajar. Pocas horas, poco sueldo, pero tengo que prever que es posible que en Octubre me vuelva a encontrar frente a las puertas del instituto. Ayer me metí en la boca del lobo y creo que no voy a poder salir.
A veces sigue apeteciéndome enfrentarme a ese reto. Otras no. La mayoría, como de costumbre. Pero se me cae la cara de vergüenza al pensar en confesar lo que hice, que lo abandoné. Cada vez me siento más obligada a retomarlo, me guste o no, así que ya puedo ir haciéndome a la idea.
Ayer no fue un buen día. Era la primera vez que me sentía preparada para hablar de estos temas, que no trato con nadie. Después de visitar a mi padre y de decir con mi mejor sonrisa falsa que estaba encantada con el módulo y que puede que me cambiase a Realización este año me di cuenta de que he cavado mi propio hoyo, en que tendré que esconderme los próximos dos años, me guste o no. El caso, que cuando volví y traté de eplicarme, me encontré con una total incomprensión. No digo que no lo intente, pero a veces hay que pensar un poco antes de hablar. Decir que qué explicaciones tengo que darle a mi padre... Bueno, no son explicaciones, tengo casi 26 años y tengo total independencia. Pero por respeto, por dignidad, por no sentir que le he vuelto a fallar, no puedo contarle lo que he hecho. No puedo volver con las orejas gachas a decirle que tenía razón, que he vuelto a abandonar.
Mi padre sólo quiere que sea feliz, por supuesto, pero también quiere que me asiente de una vez, que coja las riendas de mi vida y no las suelte a la primera de cambio. Yo también quiero eso, quiero paz y estabilidad, sentirme útil y motivada, es lo que más me apetece en el mundo. Soy joven, sí. Aún puedo experimentar y buscar, en principio sí. Pero no estoy donde pensaba estar a los 25. No tengo nada a lo que agarrarme, nada que sea mío. Y lo quiero. No puedo seguir dando tumbos por ahí aunque tú digas que no te parece que esté haciendo nada malo. Yo tampoco creo estar haciendo nada malo. Simplemente no estoy haciendo nada con mi vida. Lo que pasa es que es muy sencillo hablar cuando tú ya has encontrado lo que te gusta, lo que se te da bien y además tienes la suerte de que las dos son la misma cosa.
No creo que hayas intentado ponerte jamás en mi lugar. No creo que sepas lo que siento. Así que no necesito que me digas que pare de ya de llorar si llorar es lo único que me apetece. No quiero que me digas que no me agobie cuando sabes que es imposible. No quiero que me digas que exagero o que lo tomo todo a la tremenda cuando ni siquiera puedes hacerte una idea de cómo me siento. Supongo que me dirías que soy yo la uqe no dejo que me conozcas, que no te cuento nada. A lo mejor no me haces sentir lo suficientemente cómoda como para hablar de lo que me pasa por la cabeza.
Piensa por una vez que, tal vez, tú tampoco lo estás haciendo bien.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario