Cuando llega una tarde de domingo en la que mi chico tiene que currar y me veo sola en casa sin nadie a quien recurrir para pasar mejor el rato me doy cuenta de lo terrible y patéticamente sola que estoy. Cero amigos. Todos se han ido alejando o me he alejado yo de ellos.
Se acerca la fecha de mi cumpleaños y aunque hace mucho dije que no iba a celebrarlo más, al final siempre me ha gustado juntar un poco a la gente y pasarlo bien un rato. Pero ahora es más que obligada la decisión porque por mucho que quisiera, no tendría a quién invitar a mi "fiesta". La mayoría del tiempo la paso con Sergio, y luego solo tengo a Dani, al que veo más bien poco, pero que tiene una vida tan formada con otras personas que me da vergüenza decirle que me gustaría pasar más tiempo aún con él. No tengo derecho. Y después, no queda nadie.
El viernes en el cumpleaños de Sergio me di cuenta de que, aunque los vea poco, él siempre tendrá un grupo de gente, su gente, a la que puede recurrir cuando no está conmigo y con la que desgraciadamente no tengo nada que ver. No estoy del todo a gusto en su compañía, no porque sean mala gente, que no lo son, sino porque me siento desplazada. Son sus coñas, sus recuerdos, sus batallas...son sus amigos, no los míos. La situación más parecida que ha tenido que pasar Sergio con amigas mías son las niñas de la tienda y no son amigas mías de verdad, de las que siempre tienes cerca. Son gente encantadora con la que paso muy buenos ratos, pero nada más. Y aparte de ellas, no tengo nada más.
Me deprime mucho darme cuenta de que no tengo a nadie realmente cercano. No tengo un grupo, aunque sea pequeño, que me arrope y con quien compartir los momentos especiales de mi vida. Dependo totalmente de lo que hagan dos personas que ni siquiera pueden verse y cuando no puedo estar con ellos, me toca estar sola en casa.
Dani siempre me dice (ya lo hacía el año pasado y lo hace este) que el módulo me vendrá bien para conocer gente, para hacer amigos, pero que tengo que poner de mi parte. Que tengo que darle a la gente la oportunidad de conocerme y mezclarme con ellos. No le falta razón, pero a mi edad no es fácil meterse en un grupo de gente que a su vez ya tiene sus propios grupos de gente. A mí siempre me faltará algo.
Es muy triste, nunca pensé que llegaría a ser una de esas chicas que sólo saben estar con su pareja y pierden todo lo demás. Claro, que yo me lo he ganado a pulso. Este año nadie se acordará de mí, ni de mi cumpleaños, y cada vez irá a menos hasta ser una mancha en la memoria de alguien. He cambiado tanto que ya ni me reconozco. Antes me encantaba estar con gente y ahora soy como un perrito asustado porque sus anteriores dueños le molieron a palos.
Las tardes de domingo sola en casa son un placer para el que lo busca. La soledad es un placer para el que la persigue. Me gusta la soledad, pero últimamente me empalaga estar tanto conmigo misma.
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