Ni un solo recuerdo voy a dejar escapar. Los encierro en mi pecho para que no se escapen porque cuando la pena me puede recurro a ellos y me dejo llevar. Voy a nuestro lugar seguro, frente a un mar azul profundo, donde nada importa y el tiempo no pasa. Viajo hasta allí y te encuentro esperándome, con el pelo revuelto por el viento, sonriendo y con uno de tus antiguos cigarros de liar en la mano y la otra tendida hacia mí. Es el pensamiento que me abstrae de lo cotidiano, de los ruidos, de las lágrimas, del desasosiego. Y cuando me abrazas el mundo entero deja de existir.
Parados frente al mar, mientras el mundo gira.
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